Aplicarse perfume no es solo un gesto de belleza. Es un ritual. Una declaración silenciosa que dejamos flotando a nuestro paso. Pero para que ese hechizo dure… hay secretos que solo las verdaderas deidades conocen.
Hoy te comparto los míos. Porque sí, sos una leyenda en construcción, y tu fragancia, tu firma.
Aplicá el perfume en las zonas donde el cuerpo irradia calor naturalmente:
– Detrás de las orejas
– En el cuello (costados y nuca)
– Muñecas
– Parte interna de los codos
– Atrás de las rodillas (sí, leíste bien)
El calor ayuda a que el perfume se difunda más lentamente y dure más. Es como si tu cuerpo contara una historia a lo largo del día.
Esa costumbre de frotarse las muñecas después de aplicar perfume… la cancelamos.
Eso rompe las moléculas del aroma y altera su estructura. Mejor: aplicá y dejá que la fragancia se asiente con suavidad, como un beso sin apuro.
Tu cabello retiene los aromas de forma mágica, pero ojo: los perfumes con alcohol pueden resecarlo. ¿La solución? Rocía un poco en tu peine o usá perfumes capilares específicos. Vas a dejar estela al caminar, sin esfuerzo.
Aplicar perfume directamente sobre la ropa puede ayudarte a fijarlo, pero no lo hagas con prendas delicadas o claras. En cambio, podés rociar ligeramente bufandas, pañuelos o el forro de tu abrigo.
¿Querés potenciar el aroma? Usá productos con notas similares: cremas, aceites o geles. Aplicá primero la hidratación, luego tu perfume. Esto no solo lo hace durar más… también lo transforma en algo tuyo y único.